Wednesday, June 28, 2006

Riquelme se fastidia

Fuente Clarin

Riquelme está fastidioso y enojado consigo mismo porque no justificó la categoria de insustituible que le dio Pekerman. El cuerpo técnico sigue confiando en él. Román todavía puede tomarse revancha, ante Alemania.


No pasa inadvertido Juan Román Riquelme. Jamás. Cuando juega bien, levanta los más encendidos elogios. Cuando juega mal, acumula las más duras críticas. Divide las aguas Román. Al fin, es una virtud la de Riquelme. Siempre se habla de él. No hay indiferencias.

Se sabe, además, que Román es la carta fuerte de José Pekerman. Su jugador indiscutido. Su símbolo. Para él fue la camiseta número diez. Esa que habla por sí sola desde el fondo de la historia. Y también la esperanza de que se transforme en el jugador del Mundial. Por eso el técnico, antes de la Copa advirtió: "Van a ver a un Riquelme para disfrutar". No lo dijo de casualidad. Lo dijo porque el entrenador ya había hablado mucho con él y los dos tenían en claro cuál era la misión.

Pero Román todavía no se convirtió en el jugador soñado. Ese que sale del molde y abre caminos. No rindió para cumplir con los sueños de Pekerman y sus propios sueños. Entonces se lo ve fastidiado, dentro y fuera de la cancha. Con una bronca contenida por no haber podido desatar toda su magia.

Sin embargo, hay dos factores que lo ayudan a sostenerse. Uno es el apoyo constante del cuerpo técnico. Román habla dos o tres veces por día con Pekerman. Se sabe que es un jugador que necesita un trato paternal para que se suelte. Sus mejores momentos coincidieron cuando estuvo contenido. Rodeado de afectos. Carlos Bianchi en Boca mostró el camino de cómo tratar a Román. La inteligencia de Manuel Pellegrini en el Villarreal también rindió réditos. Y, por supuesto, Pekerman lo conoce desde los juveniles y sabe que transmitirle apoyo y confianza es la base para el despegue.

En segundo lugar, Román puede quedarse tranquilo porque el trono mundialista aún está vacante. No lo atrapó ni Ronaldo, ni Ronaldinho, ni Ballack, ni nadie. Y es lógico, los aspirantes se ven con nitidez recién cuando la competencia avanza. Cuando se pone caliente y aparecen las individualidades con talento para aportar ese plus que cambia la historia. Ahora vienen las difíciles y es la hora de los elegidos.

Diego Maradona no se lució en la etapa clasificatoria en el Mundial 86. Se ciñó la corona frente a los ingleses, en cuartos de final y fue el espaldarazo que necesitaba el equipo para dar el salto hacia el título. Contra Inglaterra hizo dos goles históricos. El de la mano de Dios y el deslumbrante gol de las infinitas apiladas. Después puso su sello en las semifinales ante Bélgica con otros dos goles para poner al equipo en la final.

¿Podrá Román hacer un recorrido parecido? Por supuesto que está a tiempo. Hay una referencia que lo beneficia. El año pasado, en la Copa de las Confederaciones, en el último antecedente de Argentina frente a Alemania (fue 2-2 y la Selección levantó dos veces el marcador), Riquelme pudo brillar en toda su dimensión. Se hizo cargo del equipo en el segundo tiempo y dio una admirable lección de buen fútbol. Es decir: poder, puede. Pero primero tiene que vencer la barrera que lo inhibe. Su propio fastidio, que es la cortina que le impide desarrollar su juego.

Román juega y hace jugar. Es capaz de meter la pelota por el mínimo agujero de una aguja. Es quien más pases de gol generó para el equipo. Piensa e interpreta el fútbol con más velocidad mental que física. Y permite que algún volante llegue a posición de gol, al menos una o dos veces por partido. Román no tiene reemplazante de sus características. Porque la segunda "guitarra" del equipo, Pablo Aimar, ofrece un juego totalmente distinto.

Si se convence que para sus objetivos el Mundial empieza ahora, que para Pekerman es un jugador intocable, y si se saca los fantasmas de encima, lo que viene será para disfrutar.

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