Friday, June 09, 2006

Poder de fuego

Hernán Crespo, Javier Saviola, Lionel Messi, Carlos Tevez, Rodrigo Palacio y Julio Cruz ofrecen desborde, potencia, gol. El poder ofensivo de la Selección tiene variantes que, salvo Brasil, el resto envidia, respeta y teme.

Fuente:

Miguel Angel Bertolotto

a saludable y audaz determinación de José Pekerman de incluir en la lista mundialista a seis delanteros, cuando la mayoría esperaba cinco, no hizo más que potenciar casi hasta el techo las posibilidades de la Selección de tres cuartos de cancha hacia el arco antagonista.

Con sólo reparar en los nombres de Crespo, Saviola, Messi, Tevez, Cruz y Palacio, más en sus características personales y en sus facilidades para crear circunstancias netas de riesgo transitando por distintos caminos, las ilusiones se ensanchan prácticamente sin fronteras. Un ejemplo, apenas, sirve para ver hasta qué punto se tiene seriamente en cuenta a Argentina a partir de la calidad y de la variedad de sus hombres con alma de atacantes. En estos días de Herzogenaurach, mientras las prácticas transcurren sin contratiempos de relevancia y el perfil bajo —característica esencial del entrenador— del grupo se acentúa paulatinamente, los periodistas extranjeros que siguen de cerca a la Selección no dejan de abrir los ojos bien redondos y de asombrarse con los malabares de Messi, las corridas de Saviola, el olfato de Crespo y la garra con fútbol de Tevez. Cruz y Palacio tiene menos prensa, es cierto, pero también son considerados como alternativas absolutamente válidas.

Todo lleva a una conclusión manifiesta: a excepción de Brasil, el resto envidia, respeta y le teme al poderío ofensivo argentino. Lo dicen a cada paso, declaración tras declaración, hecho a hecho. Ni siquiera los que tratan de minimizarlo o incluso de ignorarlo, se ponen de acuerdo con sus conciencias: saben, íntimamente, que las barajas de Argentina son realmente bravas.

Brasil puede inflar el pecho y mostrar a Ronaldo, Adriano y Robinho (el cuarto punta es Fred y está, obviamente, a la sombra de las estrellas), más el permanente aporte de Ronaldinho y de Kaká. Pero, sin caer en comparaciones profundas ni exageradas, ¿tantas diferencias existen entre Ronaldo y Crespo, al margen de que uno conoce lo que es ser campeón mundial y el otro no? ¿Robinho, que es suplente, le gana por varios cuerpos a Saviola o a Palacio? ¿Adriano es mucho más que Tevez? No parece, realmente. Basta reiterar la concluyente afirmación de un colega de O Globo, Mauricio Fonseca, que Clarín consignó en su edición de ayer: "Si Tevez fuese brasileño, yo lo pondría como titular en lugar de Adriano". Salvo Ronaldinho, quien evidentemente está un par de escalones por encima de cualquiera (no sólo de los argentinos), se puede apostar mano a mano con chances verdaderas de atrapar más de un éxito.

De todos modos, y más allá de las bondades de Brasil, el abanico de variantes que tiene Pekerman para armar la dupla atacante le crea un lindo enredo. Para Crespo, como faro ineludible en el área, el entrenador posee una opción muy similar en Cruz (por eso lo convocó de última: es el único que se parece en el césped a Hernán). Y para acompañar al goleador, si es que su titularidad no se discute, Pekerman dispone de Saviola, Tevez, Messi y Palacio, según los encuentros, los adversarios y las coyunturas. Cada uno posee sus aristas particulares, con cosas en común y otras no tanto.

Saviola y Palacio coinciden en la velocidad, en las diagonales, en la repentización, en el gol. Tevez exhibe, además de su juego puro potrero, una personalidad a prueba de balas y las suficientes mañas como para poner el cuerpo, aguantar la pelota y discutirle la posesión de igual a igual a defensores incluso más corpulentos. Messi es la más fresca esperanza del fútbol argentino: para Pekerman es delantero, pero su recorrido y su atrevimiento pueden llevarlo tranquilamente a cumplir otras funciones, sin sectores limitados. Los cuatro, eso sí, tienen buen pie. Hablan el mismo idioma, pulsan la misma cuerda. Quizás acá está centrada una cuestión vital: entenderlo a Crespo. Saber cómo buscarlo, cuándo pica, cuándo hay que tirársela larga y cuándo corta. Es decir, asociarlo adecuadamente al circuito para que la ecuación armado de la jugada-definición concluya de la manera soñada: en el fondo de la red contraria. En el amistoso contra Angola, en Salerno, Crespo lo buscó más a Saviola que el Conejo a él, cuando debió ser al revés (se recuerda: ellos formaron la pareja titular). Tevez, cuando ingresó en el último cuarto de hora, pareció encontrarse mejor con Crespo. El rodaje hará evolucionar —eso se espera— la sintonía, la sincronización. El poder de fuego, al fin de cuentas, está y es mucho. Ahora sólo falta empezar a disparar...

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