La Selección espera el debut sin ansiedad
Vivir un día al lado del grupo permite comprobar que no se palpita esa tensión tan característica de otras etapas. Sin ir muy lejos, con Bielsa todo era puro nerviosismo. ¿La procesión va por dentro? Quizás, pero en general los jugadores y el cuerpo técnico se preocupan por transmitir un mensaje de distensión.
Fuente:

Por Facundo Quiroga
NUREMBERG (Enviado especial). Todos andan por ahí. Pasan el tiempo, bromean, saludan a los hinchas. Se divierten, en definitiva. ¿Y la tensión por el debut del sábado? Ausente sin aviso, al menos es la imagen que ofrece la Selección puertas afuera. Messi, en medias, le hace un desafío a Saviola: patean desde afuera del área y gana el que le da al travesaño. La puntería de ambos asombra. A su lado está Tucho Villani, el médico-amigo de los jugadores. Hay cargadas por los cuatro costados. Lucho González no se separa de Maxi Rodríguez. Pese a que compiten el puesto, son el uno para el otro y, como si fuera poco, comparten la habitación. Cerquita, Riquelme no se saca los guantes negros. Estira y, al pasar, escucha los consejos del profe Salorio, quien le conoce las mañas de chiquito. ¿Pekerman? Controla el panorama con esa mirada que impone tranquilidad. Así espera el grupo argentino, a horas de su presentación en el Mundial.
Distensión, es la palabra justa. No se ve, por suerte, esas miradas sufridas, rígidas, apretadas, de vida o muerte, que tan instaladas estaban en el fútbol nuestro. Como si enfrente tuvieran un desafío de barrio. Corre Sorin, corre Tevez, corre Crespo. Saludan a la gente, arman un picadito en el que está en juego el orgullo y, lo que es peor, la manteada general de la que nadie se salva.
Vale decirlo: no es una de esas prácticas en la Pekerman probará variantes ofensivas y, mucho menos, en la que parará los once para el debut. Aquí, en la tarde de lunes, se correrá un rato de punta a punta de la cancha, habrá ejercicios livianos y no mucho más. Se habla, se grita, se la pasa bien. Afuera, en las tribunas, los hinchas aparecen voluntariosos para dar su apoyo, pese al frío que extrañamente golpea en este final de primavera alemana.
Los argentinos radicados por estos lados, gritan como si fuera la final del mundo. Las madres quieren un autógrafo, arrastran a sus hijos en brazos y les hacen frente como pueden a duros custodias que, insobornables, no dejan pasar a nadie sin la bendita credencial.
Aquí nadie habla de la formación. De si Saviola va a ser titular (lo más seguro) o si se va a marcar con cuatro en el fondo. No es el momento. Afuera, en la tribuna de prensa, una rubia mejicana, periodista y abogada ella, se lleva las miradas por su andar despampanante. Da notas como si fuera una estrella. Y en realidad lo es, por sus curvas y porque promete (¿le creemos?) hacer fuerza hasta el final por Argentina. En fin'
Los jugadores ya cumplieron. Se van yendo en fila. Cambiasso agarra la posta y la platea femenina se viene abajo. El, canchero, les guiña el ojo y lo menos que le ofrecen es casamiento. Saluda, Cuchu. Lo siguen al trotecito los demás: Román, Heinze, Ayala y el resto. El profe Salorio, algo así como un padre, pide a gritos que "no se resfríen, que cada uno tenga su abrigo".
Pekerman desaparece por arte de magia. Va en camino a la concentración, lo mismo que Tocalli, Urtazún y los otros colaboradores. En la cancha, Saviola y Messi le siguen apuntando con ganas al travesaño. Prueban desde un sector y del otro. Ahora son más las que van afuera y la bronca los invade. Quieren revancha ya, aunque la noche se les viene encima.
Coco Ventura, el hombre de prensa, sienta en un panel a Riquelme y a Heinze, los dos beneficiados que van a llevar la voz cantante. O algo parecido. Las cámaras de TV se parapetan y están agazapadas para captar el bombazo informativo del día. Pero nada. Va a haber que quedarse con las ganas, porque se apilan las frases de ocasión. Es tarde, ya. "Ultima pregunta", insisten. Hay que ducharse rápido e ir a una presentación oficial, en la que no se aceptan zapatillas ni nada parecido.
Pasó un nuevo día en la vida de la Selección. ¿La ansiedad de estar a horas del debut en el Mundial? No se la ve por estos lados. Y mejor que no aparezca porque la sacamos corriendo
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Por Facundo Quiroga
NUREMBERG (Enviado especial). Todos andan por ahí. Pasan el tiempo, bromean, saludan a los hinchas. Se divierten, en definitiva. ¿Y la tensión por el debut del sábado? Ausente sin aviso, al menos es la imagen que ofrece la Selección puertas afuera. Messi, en medias, le hace un desafío a Saviola: patean desde afuera del área y gana el que le da al travesaño. La puntería de ambos asombra. A su lado está Tucho Villani, el médico-amigo de los jugadores. Hay cargadas por los cuatro costados. Lucho González no se separa de Maxi Rodríguez. Pese a que compiten el puesto, son el uno para el otro y, como si fuera poco, comparten la habitación. Cerquita, Riquelme no se saca los guantes negros. Estira y, al pasar, escucha los consejos del profe Salorio, quien le conoce las mañas de chiquito. ¿Pekerman? Controla el panorama con esa mirada que impone tranquilidad. Así espera el grupo argentino, a horas de su presentación en el Mundial.
Distensión, es la palabra justa. No se ve, por suerte, esas miradas sufridas, rígidas, apretadas, de vida o muerte, que tan instaladas estaban en el fútbol nuestro. Como si enfrente tuvieran un desafío de barrio. Corre Sorin, corre Tevez, corre Crespo. Saludan a la gente, arman un picadito en el que está en juego el orgullo y, lo que es peor, la manteada general de la que nadie se salva.
Vale decirlo: no es una de esas prácticas en la Pekerman probará variantes ofensivas y, mucho menos, en la que parará los once para el debut. Aquí, en la tarde de lunes, se correrá un rato de punta a punta de la cancha, habrá ejercicios livianos y no mucho más. Se habla, se grita, se la pasa bien. Afuera, en las tribunas, los hinchas aparecen voluntariosos para dar su apoyo, pese al frío que extrañamente golpea en este final de primavera alemana.
Los argentinos radicados por estos lados, gritan como si fuera la final del mundo. Las madres quieren un autógrafo, arrastran a sus hijos en brazos y les hacen frente como pueden a duros custodias que, insobornables, no dejan pasar a nadie sin la bendita credencial.
Aquí nadie habla de la formación. De si Saviola va a ser titular (lo más seguro) o si se va a marcar con cuatro en el fondo. No es el momento. Afuera, en la tribuna de prensa, una rubia mejicana, periodista y abogada ella, se lleva las miradas por su andar despampanante. Da notas como si fuera una estrella. Y en realidad lo es, por sus curvas y porque promete (¿le creemos?) hacer fuerza hasta el final por Argentina. En fin'
Los jugadores ya cumplieron. Se van yendo en fila. Cambiasso agarra la posta y la platea femenina se viene abajo. El, canchero, les guiña el ojo y lo menos que le ofrecen es casamiento. Saluda, Cuchu. Lo siguen al trotecito los demás: Román, Heinze, Ayala y el resto. El profe Salorio, algo así como un padre, pide a gritos que "no se resfríen, que cada uno tenga su abrigo".
Pekerman desaparece por arte de magia. Va en camino a la concentración, lo mismo que Tocalli, Urtazún y los otros colaboradores. En la cancha, Saviola y Messi le siguen apuntando con ganas al travesaño. Prueban desde un sector y del otro. Ahora son más las que van afuera y la bronca los invade. Quieren revancha ya, aunque la noche se les viene encima.
Coco Ventura, el hombre de prensa, sienta en un panel a Riquelme y a Heinze, los dos beneficiados que van a llevar la voz cantante. O algo parecido. Las cámaras de TV se parapetan y están agazapadas para captar el bombazo informativo del día. Pero nada. Va a haber que quedarse con las ganas, porque se apilan las frases de ocasión. Es tarde, ya. "Ultima pregunta", insisten. Hay que ducharse rápido e ir a una presentación oficial, en la que no se aceptan zapatillas ni nada parecido.
Pasó un nuevo día en la vida de la Selección. ¿La ansiedad de estar a horas del debut en el Mundial? No se la ve por estos lados. Y mejor que no aparezca porque la sacamos corriendo
2 Comments:
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