Monday, May 29, 2006

¡Ganamos la Copa!: ¿Mentira? Lo importante es que no nos roben la ilusión

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"Lionel Messi arrancó de la mitad de la cancha para definir el Mundial con una jugada que será recordada por siglos, y no tan solamente por siglos, sino también por centurias, por centenares de años. Messi se llevó la pelota de cabeza entre cuatro defensores, hizo un autopase magistral, dibujó un túnel entre las piernas arqueadas de otros cuatro titanes de expresión torva y mirada de hierro y gambeteó al arquero -que, entre paréntesis, planeaba detenerlo con malas artes- para luego convertir de chilena, no porque fuera necesario sino por razones estéticas, para decirlo de algún modo. ¡Desde ayer, el gol de Maradona a los ingleses bajó automáticamente al cuarto puesto! ¡Messi no es Dios, es todo el Olimpo! ¡Los alemanes se retiraron con la cabeza gacha! ¡Otra vez salieron subcampeones! ¡Cuánta gloria, qué honor, qué ganas de gritar: soy argentino!"

(Fragmento de la crónica del 10 de julio de 2006, en versión anticipada. El autor no se hace responsable por pequeños errores o desajustes y no admitirá ningún reclamo en el caso de que los defensores eludidos por Messi hayan sido cinco en lugar de cuatro.)



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No faltará, seguramente, algún lector que, sintiéndose herido en su buena fe después de haber leído los dos párrafos anteriores, acuse al autor de mentiroso. ¡Eso nunca, señor! Por un lado, sé muy bien que la alegría y el furor por haber ganado un partido de fútbol, no como participante activo, sino en la mera condición de espectador o aficionado, no es nada más que una ilusión. Así y todo, defiendo esa ilusión con entusiasmo y hago todo lo que está a mi alcance para alimentarla, ya que la considero más colorida que la realidad y más apta para llenar de gozo y alegría el corazón del ser humano. Y, por otro lado, porque puesto que allí donde vamos es de buena educación hacer lo que vemos, me parece elegante rendirle homenaje al rey de la ilusión de todos los tiempos, un alemán nacido en Bodenwerder, Hannover, el 11 de mayo de 1720, al que se lo conoce en todo el mundo por su título: barón de Münchhausen.

Münchhausen, que existió de verdad (en la película y en los cuentos parece un personaje ficticio), sirvió al zar Iván en la guerra de Rusia contra Turquía, en 1740. Fue valiente en el campo de batalla, pero como le gustaba mandarse la parte, pagaba rondas de vodka en las tabernas con la condición de que los parroquianos escucharan sus hazañas narradas por él mismo.

Como ocurre generalmente en estos casos, los amigos primero se tomaron todo el alcohol y después comenzaron a tomarle también el pelo. Münchhausen se consagró como prototipo del exagerado y varios escritores trataron de hacer de sus historias un negocio (lo mismo que Dan Brown, en cierto modo). El mejor de esos autores fue Gottfried Bürger, porque agregó mucho de su loca imaginación a la de por sí bastante rica imaginación del propio Münchhausen.

Estas son algunas hazañas del barón: 1) salvarse de morir ahogado tirando fuertemente hacia arriba de su trenza; 2) hacer que un caballo salvaje bailara el vals en la mesa del bar más elegante de San Petersburgo; 3) montarse en una bala de cañón para espiar el campamento enemigo y cambiar en el aire otra bala que venía en sentido contrario para regresar a su base; 4) desarmar con sus propias manos en pedazos y arrojar al mar los 300 morteros del ejército rival, y 5) hacer volar por el aire al oso salvaje que lo persigue para comérselo tirándole dos piedras adentro de la boca: la primera llega hasta el fondo del cuerpo del oso y la segunda, al chocar con ella, hace chispas y provoca una explosión tan fuerte que del animal sólo queda una bella alfombra.


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"Mentiras, mentiras, mentiras, era todo lo que él decía. Pero las contaba tan bien que, para que no le robaran la ilusión, uno quería creérselas de la primera a la última", dice la extraordinaria canción que, en homenaje a Münchhausen, compuso en 1931 Friedrich Holländer, y que sigue cantando en alemán -en ese idioma el estribillo rima mejor que en español, pero no hay Cristo que lo entienda- la gran Ute Lemper.

Como nosotros con Messi, Holländer también se hacía ilusiones, tal vez más importantes. Entre las mentiras que contaba el Münchhausen de su canción, hecha cuando ya Hitler comenzaba a mostrar las garras, estaba la de presentarse como alguien que provenía de una nación sin soldados, sin armas, decidida a no meterse nunca más en una guerra y a vivir para siempre en paz.

La gente que escuchaba el tema a comienzos de la terrible década del 30 sonreía irónicamente y pensaba: "Qué iluso es este tipo..." Y sin embargo al final tuvo razón: hoy Alemania es un país muy pacífico, aunque en el medio haya habido una guerra.

Eso ocurre a menudo: la ilusión suele no ser mentira, sino una verdad que se demora un tanto en expresarse. Esperamos que para transformar en realidad nuestra ilusión blanquiceleste en los dominios de Münchhausen el trámite camine más rápido.


Algo más colorido que la realidad
La alegría y el furor por haber ganado un partido de fútbol, no como participante sino en la mera condición de espectador, no son nada más que una ilusión. Así y todo, defiendo esa ilusión con entusiasmo y hago todo lo que está a mi alcance para alimentarla.


Por Hugo Caligaris

2 Comments:

At 8:08 PM, Anonymous Anonymous said...

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At 10:20 PM, Anonymous Anonymous said...

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